18 de Abril

MauroT
3 min readApr 19, 2021

Pasadas las 7 de la mañana, Ilta termina su desayuno, se arregla para trabajar y deja su departamento por un aproximado de 9 horas. Ágata le sigue por todo el departamento y se asegura que lleve todo lo necesario para su jornada laboral: su almuerzo, llaves de la casa, celular, pero no le abraza ni besa antes de que parta, cuando regrese lo hará. La puerta se cierra y Ágata queda parado en medio de la cocina, sólo queda esperar a que regrese.

Nueve horas más tarde, como lo tenía contemplado, Ilta regresa a su hogar. Abre la puerta y Ágata le recibe con lo que parece ser una sonrisa. Ambos se sientan en el sofá a ver la televisión.

“Cerraron el lugar de sushi que tanto te gusta. Lo siento. Pero creo que todavía podemos pedir del otro lugar, si no te molesta esperar”. No obtiene respuesta, pero eso no le impide seguir platicando. Saca su celular y ordena la comida.

“Esta serie nunca la terminamos, deberíamos seguirla algún día ¿Se te antoja?” Una vez más Ágata. Con el control elige otra cosa, una película que vieron juntos hace mucho, seguro eso hará feliz a su acompañante. Pasa un rato y llega su pedido, hora de comer. Ilta acomoda dos platos frente a la televisión y sirve el sushi que pidió. La película sigue de fondo mientras come. “No es lo mismo, pero igual sabe bien.” Voltea a decirle a su acompañante, quien no se ha movido del sofá, Ilta sigue comiendo y termina antes de la película. Recoge los platos y mientras los lava su acompañante se para a su lado, viendo cómo trabaja.

“Me preguntaron por ti. No supe qué contestar, les dije que estábamos manejando la situación lo mejor posible, bueno, que yo estaba manejando la situación lo mejor posible. Me dieron la mirada, ya sabes cual, siempre es lo mismo.” Por primera vez parece que Ágata le va a contestar, pero el fantasma sólo se queda ahí, de pie y en silencio. Lleva así varios meses, la primera vez que apareció fue la semana después que murió. Ese día al amanecer le habían encontrado sin vida en su habitación. Fue el día más lento de Ilta, arreglar todo lo necesario para que ese día pudieran velar el cuerpo, avisar a familiares y amigos, tener la misma conversación tantas veces le hizo sentir como si estuviera en uno de esos sueños donde sólo repite la misma acción una y otra vez, sentía que estaba en su trabajo.

Esa noche no durmió. Pasaron 5 días y seguía sin dormir, se levantaba a mitad de la noche por un vaso de agua, luego se sentaba en su sillón, a solas en la oscuridad, a ver lo que estuviera en ese momento.

El séptimo día apareció al lado de su cama, ese día no fue a trabajar, no contestó llamadas ni atendió a la vecina en su puerta, pasó el resto del día enfocado en Ágata, le hacía preguntas pero no contestaba, de hecho, si dejaba de prestarle atención parecía sólo reflejo de la luz, Ilta decidió enfocarse sólo en sus facciones, apreciar su rostro y memorizarlo una vez más, por si acaso.

Así han pasado meses, Ilta le habla y cuenta de su día a Ágata, quien recibe sus palabras en silencio, pero con atención, Ilta tiene la certeza de que le están escuchando. Una vez que termina de recoger sus platos sucios, pasan a la mesa a jugar un juego de mesa, al menos, Ilta juega mientras Ágata le observa. Generalmente Ágata gana. Cuando llega la noche, Ilta hace su ritual para dormir, ir al baño, lavarse los dientes, dejar su ropa del día siguiente lista. Apaga las luces de todo el departamento y deja la lámpara de noche encendida. Ágata se acuesta a su lado. Ilta le desea las buenas noches y espera que mañana puedan verse una vez más y, si tiene suerte, Ágata le responderá esta vez. Su mente lentamente se desliza hacia los sueños y en sus últimos momentos conscientes, Ilta y Ágata comparten una lágrima, pues saben que esto no puede durar, que es sólo cuestión de tiempo antes que sean separados una vez más. “Feliz cumpleaños”. Susurra Ilta antes de caer dormida.

El fantasma intenta abrazar a Ilta, así le recuerda que le ama, no importa qué forma tenga.

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